Testimonio Mauricio Caicedo Calvo

Testimonio Mauricio Caicedo Calvo

El testimonio que a continuación voy a expresar, lo envío a todo aquel que cree que la vida que nos ha concedido el Señor, mi Dios, solo le pertenece a Él, afirmación que hago producto de mi propia experiencia. Mi nombre es Mauricio Caicedo Calvo, tengo setenta años de edad y me encuentro en la fase terminal de mi vida, como consecuencia de una enfermedad pulmonar obstructiva, EPOC, producto de una bula gigante, bolsa de aire que dejó sin movimiento el 70 por ciento de mis dos pulmones.

Me encuentro en la etapa médica de cuidados paliativos y allí, uno de los temas que se pone de presente, es el derecho del paciente a morir dignamente, asociado con el dolor que produce la enfermedad, en dicha etapa se pregunta, como derecho del paciente, cuál sería mi decisión de aceptar la propuesta de “morir dignamente”, respuesta que solicite se aplazara para pensarlo serenamente. Lo anterior, porque en consulta con mi cardiólogo, y al tratar el tema de la entubación, como único y final medio médico para obtener una mayor oxigenación, me indicó que sería un procedimiento muy riesgoso, ya que el tubo podría reventar la bula al entrar o salir del esófago, por lo que pensé entonces que mi voluntad sería la de no autorizar este procedimiento por ser muy expuesto y terminar mi vida.

Sin embargo, me surgió una confrontación con la idea de que tal decisión, estaría ocultando la figura del suicidio, porque de todas formas estaría suprimiendo un recurso que por mi propia voluntad eliminaba la posible prolongación de mi vida. Luego ante semejante comparación, pensé que, en ese momento estaría sedado y no me encontraría consciente, por lo que entendí el juramento hipocrático de los médicos para hacer todo lo humanamente posible por salvar una vida. Luego la consecuencia de esa mala decisión sería suprimir una muerte consciente y aún más prolongada y si fuera producto de la entubación no sentiría la muerte conscientemente.

Luego está clara la relación costo beneficio y eso solo lo decide el Señor, por lo que dejé bien claro que si necesitaban entubarme que así lo hicieran y que el Señor me acompañé. Quiero cerrar, pidiéndole al Señor, y diciéndole que le ofrezco mi dolor y sufrimiento para entender y compartir la angustia y el desconsuelo de la humanidad al morir Jesús cruelmente en la Santa Cruz, para que, de las manos de la Virgen María, me lleven a su presencia. (Bogotá 8.11.2021)

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